El lugar de Lerés aparece documentado por primera vez en 1203 y fue propiedad del monasterio de San Juan de la Peña hasta el 1785.

La iglesia es de una sola nave, rematada al este por un ábside semicircular, característico del románico del Serrablo. Está decorado con un friso de nueve arcos ciegos, sobre el que encontramos el característico friso de baquetones.

Éste, como el resto del templo, se encuentra en un estado de conservación muy deficiente y está seriamente amenazado por la vegetación que crece a su alrededor y que impide su contemplación. En el interior los murciélagos han ocupado sus bóvedas, "adornando" el templo con sus defecaciones. Además, una inquietante grieta recorre el tambor absidal.

La nave fue profundamente modificada, sobrealzándola, abriéndo capillas laterales y construyendo una sacristía y una torre campanario. Se cree que la cubierta inicial era de madera a dos aguas. De hecho, el interior del templo ha sido profundamente reformado a lo largo de los siglos, para ir adaptándolo a los gustos estéticos de cada momento. Bajo el coro barroco, encontramos la pila bautismal, decorada con algunos elementos muy erosionados y que resultan difíciles de interpretar.

También se modificó la puerta de acceso al templo, situada en el muro sur.

El tímpano de la puerta románica, fue reutilizado en la puerta que da acceso al campanario.

Está decorado con un crismón trinitario.